Los Grandes Condores
Mostrar Foto AnimadaEduardo Verduzco
Mi Compañero y fino amigo, Luis Pastrana, me ha pedido que relate mi paso por el Club Cóndor.
Cómo llegué al Cóndor
Mi llegada al Club Cóndor fue el resultado de varios sucesos inconexos entre sí:
En 1957, cuando cursaba primer año de bachilleres, un maestro nos invitó a una excursión al Pinal. Partimos del cruce de las avenidas San Pedro y Vasconcelos en la Col. del Valle. En esa época, de Vasconcelos hacia la Sierra Madre solo había terrenos de labranza. Subimos la sierra por una cañada hasta Olinalá, luego caminamos hasta Chipinque por una vereda paralela a la tubería que surtía agua a Olinalá. De Chipinque caminamos al Pinal y regresamos a Chipinque. Luego descendimos a Monterrey, por la carretera, hasta un boliche en la calle Hidalgo. Todo lo hicimos en un día, la sierra me pareció maravillosa y me gustó mucho la excursión.
Al siguiente año el mismo maestro nos guió por una ruta semejante, pero ahora fue a Las Antenas, paraje de la cresta de la sierra, a la mitad de la distancia entre la Eme y la Ventana. Esta excursión con la vista panorámica de 360° desde la cresta acabó de enamorarme de la sierra. A partir de entonces organizamos nuestras propias excursiones con compañeros de estudio. Cada domingo íbamos a Las Antenas, durante meses, porque no conocíamos más.
Luego quisimos conocer qué había arriba de Cola de Caballo. Subimos hasta Puerto Genovevo y bajamos al Arroyo del Tigre. En otra ocasión fuimos al Manzano, que nos fascinó. También conocimos Las Huertas, bellísimo paraje, que hoy está muy cambiado porque el bosque recuperó sus terrenos (como ha ocurrido también en La Batea).
En marzo de 1960 me encontraba en un laboratorio y escuché a dos de mis compañeros de estudio ponerse de acuerdo para asistir al día siguiente al Cerro de la Silla. Me atreví a interrumpirlos para preguntarles si podría yo acompañarlos, y aceptaron. Esa excursión fue al Pico Cóndor y me causó una enorme impresión llegar al pie de la Cruz del Montañista, que ostentaba una placa indicando que el Club Explorador Cóndor la había erigido.
De mis compañeros de excursión de bachilleres solo habían quedado dos: Xavier Aldape y Arturo Salazar. Cuando les conté que había ido al Pico Cóndor me pidieron que los llevara, y yo tuve el atrevimiento de acceder. ¡Había ido una sola vez y tenía 17 años! Todo resultó bien, gracias a Dios.
En septiembre de 1960 organicé un campamento al Manzano, aprovechando un fin de semana largo porque el 16 de septiembre sería viernes. Xavier y Arturo me acompañarían, pero luego desistieron porque debían jurar Bandera el 16. Yo no quise renunciar al campamento y, desobedeciendo a mi padre, que me había prohibido excursionar solo, me fui al Manzano. Cuando regresé a casa el domingo en la tarde, papá me preguntó ¿con quién fuiste a la excursión? Jamás me había preguntado eso, pero contesté que fui solo. Él me recordó que me había advertido de no hacer eso. Tratando de justificarme, le expliqué que mis compañeros habían cancelado su participación. Entonces sentenció: lo que debes hacer es ingresar a un club de excursionistas.
Pocas semanas después me preguntó mi papá por qué no había ingresado a un club, y yo le expliqué que no conocía a ninguno. Él me dijo: “pues ingresa al club del Círculo, es un buen club, yo excursioné con ellos”. Yo no dudaba que ese fuera un buen club, pero a mí me interesaba un solo club: el Cóndor. Sin embargo, no sabía dónde contactarme con él. Ese mismo año el periódico El Norte había iniciado la publicación, un día a la semana, de una columna titulada Montañismo (posteriormente Jesús Montenegro estuvo a cargo de esa columna). La columna informaba las excursiones efectuadas por los diferentes clubes. Yo escribí una carta al redactor de Montañismo preguntando dónde contactar al Club Cóndor. Al cabo de unas dos semanas, en Montañismo se publicó la siguiente nota: “Sr. Verduzco, el Club Cóndor sesiona los jueves a las 8 p.m. en Cuauhtémoc sur XXX”.
Yo suponía que para ingresar al Club Cóndor necesitaba hacer méritos, ascendiendo a ciertas cumbres, para poder tener cierto nivel. El siguiente jueves acudí a la dirección indicada. Sergio Martínez abrió la puerta y le dije que deseaba saber los requisitos para ingresar. Él llamó: “Chuy, venga por favor: él desea conocer los requisitos para ingresar” Jesús Montenegro acudió y me dijo: “bienvenido, pasa, ya va a empezar la sesión”. Antonio Castillo era el Presidente. El asunto más importante de esa sesión fue la organización de la excursión del siguiente fin de semana: la excursión oficial número 800, de carácter conmemorativo. Se organizaron tres patrullas: una el sábado en la tarde, otra el sábado en la noche y la tercera el domingo por la mañana. Luego me preguntaron en cuál patrulla deseaba anotarme, y contesté que en la primera.
Y de esa manera, la última semana de octubre de 1960, después de un itinerario de tres años, fue como ingresé como Aspirante al Club Cóndor. Acababa de cumplir los 18.
Mis actividades con el Cóndor
Mi ingreso al Cóndor amplió mi limitado repertorio de excursiones. La última semana de octubre de 1960 asistí al Paraje 800, en uno de los cañones de la cordillera del Cerro de la Silla. En noviembre, a las Grutas de Bustamante. En diciembre a La Calle. Y en 1961 asistí, entre otras excursiones:
Todas ellas eran excursiones nuevas para mí. Jamás imaginé hacer tantas excursiones nuevas en solo un año. Yo estaba fascinado.
Igualmente importante ha sido la camaradería desarrollada mediante la convivencia en excursiones, amistades que perduran después de 60 años. Como hacíamos los traslados en autobús de línea, la mayoría de las excursiones empezaban el sábado en la tarde. Hacíamos campamento, calentábamos y compartíamos tacos alrededor de la fogata, y de sobremesa platicábamos y cantábamos, Chuy Montenegro hacía la segunda voz; en ocasiones Ricardo Orta llevaba su guitarra y amenizaba las veladas.
Exploraciones
En 1961 llegó al Cóndor Oscar Villarreal Ríos. Cuando platicó que conocía Potrero Redondo ꟷen esa época, paraje casi desconocidoꟷ le dije: me tienes que llevar, y él aceptó. Fuimos a Potrero, luego exploramos la Trinidad, regresamos a Potrero y continuamos hacia el Cañón de la Camotera, al cruzar el Arroyo de Lagunillas fuimos a conocer el Salto Perdido (donde hoy inicia Matacanes) para salir a Laguna de Sánchez y continuar al Puerto del Gringo y V. de Santiago. Oscar bautizó esa ruta, inédita en el Cóndor, como Recorrido Jesús Montenegro. La hicimos en una semana.
Ese fue el inicio de una serie de exploraciones en la hermosa Sierra de V. de Santiago:
Además, exploré el Río Urique, en el fondo del Cañón del Cobre en la Sierra de Chihuahua, invitado por Antonio Castillo; subí en dos ocasiones a Peña Nevada con el Cóndor, guiados por Antonio Castillo y en otra ocasión con la LASEN, guiados por Francisco Martínez Estrada; subí con el Cóndor al Pico de Orizaba; Al Tacaná con la LASEN en varias ocasiones guiados por Francisco Martínez Estrada; al Cerro de la Luz en Xilitla guiado por Jorge Alberto Rodríguez por dos rutas diferentes; a Pinal de Amoles en la Sierra Gorda de Querétaro con Jorge A. Rodríguez; al Temeroso en Concepción del Oro, guiados por Jorge A. Rodríguez. En varias ocasiones participé en el recorrido el Diente-Cola de Caballo y también Cola de Caballo-el Diente. Participé varios años en la Confra de Occidente.
Conquistas
Participé en las siguientes conquistas:
Qué me enseñó el Cóndor
Para lograr una buena convivencia en una agrupación, aplican las mismas reglas de respeto que nos inculcó nuestra familia, nuestra escuela y nuestro centro de trabajo.
Jesús Montenegro, mi estimado Padrino, maestro y amigo solía decirnos que una excursión NO ES una competencia para ver quién llega primero o en menor tiempo a un determinado objetivo. Se trata más bien de disfrutar de la actividad, de la convivencia con los compañeros y la naturaleza.
En una ocasión durante una excursión, uno de los Compañeros comentó: si emprendemos ahora el regreso, a las 3 de la tarde podemos estar en Monterrey. Montenegro le preguntó: ¿Qué cosa tienes que hacer en Monterrey hoy a las 3 de la tarde? Y el primero reconoció que no tenía nada que hacer a esa hora.
Cuando un grupo se propone llegar a una cumbre, basta que un solo integrante del grupo la alcance, y el triunfo es de todos los que contribuyeron al mismo. Jorge Alberto Rodríguez relata que, en su primera expedición al Aconcagua en 1991, Manuel Svars, andinista y Mayor del Ejército Argentino, conquistador en 1950 del Cerro México, ubicado en el Parque Provincial Aconcagua (https://www.andeshandbook.org/montanismo/cerro/572/Mexico), “recomendó la estrategia de dividir el grupo en dos, para que uno atacara primero y otro después. La idea era que la expedición tuviera dos oportunidades de alcanzar la meta, y reducir el riesgo de no hacer cumbre, en caso de mal tiempo o cualquier otro suceso”.
En retrospectiva
Mi ingreso al Club Explorador Cóndor ha sido un regalo del Cielo que he disfrutado inmensamente desde adolescente y he compartido con mi familia y amigos. He aprovechado las oportunidades que se me han presentado de practicar el montañismo en un ambiente de sana convivencia y camaradería durante 60 años, mientras mi salud me lo permitió. Hoy que mi salud ha declinado, los recuerdos de mis gratificantes actividades en montaña me alegran el día.
La convivencia con reconocidos montañistas de talla internacional, como Francisco Martínez Estrada y Jorge Alberto Rodríguez, ha sido muy ilustrativa para mí. Ellos me han enseñado, con su ejemplo, la importancia de la humildad y del respeto a la montaña en toda ocasión. Jorge nos comparte que a la montaña se le pide permiso, no se le impone.