Los Grandes Condores
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Destacada enfermera con estudios profesionales en México y en los Estados Unidos, Clelia fue Socia del Club Explorador Cóndor, distinguiéndose por su carisma, alegría y amabilidad con todos. Ascendió a las principales cumbres tanto de Nuevo León como del Valle de México, distinguiéndose por sus repetidas ascensiones al Popocatépetl y al Iztaccíhuatl.
Nació en la ciudad de Aguascalientes el 12 de octubre de 1934. Cursó sus estudios de primaria en la ciudad de San Luis Potosí, secundaria y bachilleres en Monterrey; fue seleccionada por la SEP como declamadora y fue invitada a los clubes de servicio Sertoma, Kiwanis, Rotary, Club 20-30 y Leones de Monterrey en las reuniones de damas.
Posteriormente ingresó a la Escuela de Enfermería de la entonces Universidad de Nuevo León. Estuvo en el Hogar de Enfermeras dentro de las instalaciones del Hospital Universitario José Eleuterio González, distinguiéndose en su generación. Después de graduarse como Enfermera fue becada para una especialidad en Galveston, Texas, entrenando como Enfermera Quirúrgica. Previamente instrumentó para varios médicos cirujanos de la localidad, como el Dr. Méntor Tijerina de la Garza, el Dr. Mario Alanís Guajardo, y el Dr. y Coronel Arnulfo Treviño Garza, quienes la apreciaron mucho por su desempeño profesional.
La Universidad Baylor de Texas le ofreció una beca para enviarla a la Armada Norteamericana, pero ella declinó esa distinción a pesar de llenar todos los requisitos y hablar perfectamente el inglés. Regresó a México para laborar en el IMSS con categoría de Enfermera Quirúrgica Instrumentista, donde se ganó el afecto de todos sus compañeros y donde conoció a su esposo, el Dr. Roberto Hernández García, Anestesiólogo, quien después de terminar su internado fue designado Director del Hospital del IMSS en Ciudad Obregón.
Sus hijos son Nora, Roberto, Daniel, Clelia y Hernán Hernández Orta, todos con carrera profesional y muy exitosos.
Se distinguió entre sus compañeros del quirófano porque siempre estaba llena de optimismo, alegría y cantando con una voz privilegiada.
Practicó el excursionismo en el Club Explorador Cóndor, habiendo subido a la "M", a El Piloto, Pico Cóndor del Cerro de la Silla, Corral de Piedra, Los Cuartones, Los Jeroglíficos, La Batea, Paraje de los Osos. Ascendió dos veces al Popocatépetl y tres veces al Iztaccíhuatl en expediciones conjuntas del Cóndor con el Club Defensa Nacional. Fue candidata a Reina del Excursionismo del Norte por la Asociación de Excursionismo de Nuevo León.
Fue un ejemplo a seguir para sus hijos, sus compañeros del IMSS y sus muy apreciados compañeros del Cóndor.
En una ocasión a principios de los años 60, recuerda Eduardo Verduzco, salió de su turno en el hospital un sábado por la noche vistiendo sus botas y cargando su mochila, pues iba a una excursión al Pico Cóndor con su Club. Como ya era tarde y no llegó a tiempo al lugar de reunión, sus compañeros ya habían partido. Clelia decidió ir por cuenta propia al Cerro de la Silla a alcanzar a sus compañeros, encontrándolos en el paraje denominado El Centinela, a la mitad de altura del cerro.
Esta anécdota nos da una idea del temple de Clelia, quien solía cumplir lo que se proponía.
"Recuerdo que en mi tercera excursión con el Cóndor", agrega Verduzco, "siendo yo un Aspirante, se programó una excursión a La Calle, con salida el sábado por la tarde. Sin embargo, hubo una reunión de excursionistas esa tarde porque vinieron personas de la Federación Mexicana de Excursionismo y solicitaron la presencia de Jesús Montenegro, en ese entonces Presidente de la Asociación de Excursionismo de Nuevo León. Como la reunión terminó ya en la noche, nos habíamos atrasado en nuestro programa para ir a acampar al paraje entonces conocido como El Manzano (hoy Jonuco), a donde había que llegar caminando desde la Carretera a Saltillo.
"Clelia nos hizo el favor de llevarnos en su carro hasta donde pudo entrar, y al día siguiente fue por nosotros por el rumbo de Casa Blanca, cosa que nunca le agradeceremos lo suficiente, ya que terminamos la excursión muertos de cansancio".
Con motivo de su matrimonio con el Dr. Hernández García, pasó a radicar a Sonora, suspendiendo así sus actividades de excursionista; sin embargo, toda su vida fue una montañista de corazón.
Cuenta su hijo Daniel que en su casa siempre se hablaba de volcanes y de excursiones.